domingo, 30 de octubre de 2011

Debemos ser santos

Por
Debeis ser santos, porque yo soy santo (Levítico 11, 44)

Señor Dios,
cuando veo las estatuas
que destacan en las iglesias,
me siento afligido:
nunca seré como ellos,
nunca seré santo.
Como tú.
Pero tú no me dejas optar.
Pides a todos, y también a mí,
que sea santo como tú.
Salgo entonces a los caminos,
donde hombres y mujeres,
débiles y pequeños como yo,
luchan cotidianamente con amor
por separarse de lo que está a ras de suelo:
egoísmo y oportunismo,
injusticia y engaño,
falsedad y violencia,
sentimientos y gestos de amor reducidos a cosas,
desinterés y desprecio por los débiles y los pobres,
una vida cerrada en sí misma,
sin gratuidad ni belleza, sin horizontes de cielo...
y recupero el consuelo y la confianza.
También yo puedo separarme
de lo que está a ras del suelo
y volar hacia tí.
Tambien yo puedo ser santo.
Como tú.

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